miércoles, 27 de junio de 2012

Votaré por...

Esta será la cuarta ocasión en que participaré como elector y la segunda vez en que se elige al Presidente de la República. A diferencia del 2006 cuando le di mi voto a Felipe Calderón en lo que pudiera llamarse un acto de fe, durante todo el transcurso de las campañas me di a la tarea de estudiar no solo las propuestas de los candidatos, sino el aparato político detrás de ellos, las historias de corrupción de las que ningún partido se salva, sus buenas y malas prácticas, sus campañas mediáticas, las juventudes que los siguen y hasta sus Coordinadores de campaña, los cuales la historia nos dice que siempre han jugado un papel primordial en los gobiernos de los candidatos triunfadores.

Soy honesto cuando digo que a pesar de mi bien conocida desconfianza hacia el PRI y todo lo que representa, intenté dentro de lo posible hacer un análisis objetivo incluyendo la posibilidad (remota, tal vez), de votar por su candidato si consideraba que éste representaría la mejor de las opciones disponibles, muy limitadas por cierto.
La realidad es que el PRI no ha cambiado. El tricolor sigue siendo la representación y origen de todas las mañas políticas tan bien creadas que hasta han sido copiadas por sus contrincantes. Nadie acarrea mejor que el PRI, con sus enormes estructuras y vínculos indiscutibles con las organizaciones obreras y sindicales; en aquellos gobiernos estatales y municipales donde el partido manda, no se repara en utilizar de los recursos públicos para llevar a cabo ilegalmente las tareas electoreras. Nadie se deslinda mejor que el PRI (si acaso su propio candidato), quién defiende lo indefendible hasta que se vuelve obvio que la única opción es hacer como que "yo no sabía nada", como es el caso de los corruptos Gobernadores de Tamaulipas. El PRI es por naturaleza celoso del poder, y estando en el poder hace lo imposible por no perderlo; son rápidos y eficaces en señalar al mal gobierno, pero son muy limitados para reconocer sus propios errores.

Enrique Peña Nieto no muestra ninguna señal de ser distinto al que lo postula, al contrario, es bastante obvia su predilección por las viejas prácticas de la Presidencia Imperial, de aquel PRI cercano a la pompa, el aplauso, la reverencia y la ovación; me causa gran desconfianza el hecho que el candidato abogue por un Congreso a modo que le permita sacar las reformas necesarias en lugar de la negociación entre las fuerzas políticas, razón misma de la existencia de un parlamento. Si necesita de un "Congreso funcional" que de luz verde sin estorbo a sus designios, entonces ¿para qué requerimos su existencia? ¿Cómo podemos confiar en un candidato que los principales medios del país han enaltecido y colocado como un producto de moda desde hace muchos años? ¿Qué nos puede decir de su muy cuestionada administración como Gobernador del Estado de México y de sus vínculos con personajes como su tío Arturo Montiel?
El PRI sigue siendo el partido de la torta, el vaso de plástico y la despensa; es el mismo partido de Beltrones, Mario Ruiz, Hank y Romero Deschamps. El Nuevo PRI es un producto mercadológico que han sabido posicionar exitosamente en un amnésico mercado mexicano. Es por ello que no puedo votar por Enrique Peña Nieto, por representar todo lo que no deseo para México.

Gabriel Quadri es quizá el único candidato presidencial que estuvo eliminado en mis opciones desde un inicio. Tengo que reconocer la preparación del candidato y sus propuestas modernas, muchas de ellas de gran necesidad para el país principalmente en materia energética. En el primer debate Quadri tuvo un notable desempeño y de igual forma en aquel organizado por el movimiento #YoSoy132. Creo que hombres como Quadri deberían estar en un Gabinete Presidencial, pero el partido que lo postula y su innombrable jefa lo descartan para mí. Es por ello que no me detendré en detallar más mi opinión sobre su candidatura.

 Hace seis años no hubiera considerado siquiera votar por López Obrador; el plantón de Reforma, su autoproclamación como "Presidente Legítimo", el intento de boicotear la toma de protesta de Calderón y otras acciones mantuvieron la imagen negativa que solo se desvaneció al seguirlo más de cerca en esta campaña. Hoy creo en la honestidad y sinceridad de AMLO; estoy convencido de su genuino interés en cambiar el rumbo del país. Particularmente me agrada su propuesta de reducir el gasto público y de hecho pienso que ninguno de los candidatos atacaría la corrupción como él. Indiscutiblemente hay personajes de trayectoria y capacidad probada en su gabinete propuesto y ha hecho bien en atenuar su discurso contra la iniciativa privada. Sin embargo su propuesta económica es arcaica, proteccionista y en algunos puntos, populista. En el segundo debate presidencial prácticamente minimizó el papel de la globalización y se limitó a decir que México necesita mejorar su imagen ante el mundo. López Obrador no tiene capacidad de negociación y sería ingenuo pensar que su sola honestidad podría ser suficiente para liberar tantas reformas pendientes y crear cambio tangible. De ganar tendría un Congreso dominado por la oposición y es preocupante el papel que los congresistas de las Izquierdas han ejercido en las Cámaras, incapaces de llegar a acuerdos cuando se necesita.

El caso del diputado perredista Godoy que entró por la puerta trasera para tomar fuero respaldado por sus compañeros y luego huir de la justicia es un acto vergonzoso que hasta donde conozco no ha traído consecuencia alguna para el Partido. No me termina de convencer el discurso de los ricos contra los pobres, de las grandes mafias y de los potentados. Su propuesta de la renovación moral de México como forma de combatir la violencia no me parece una solución con resultados a corto plazo. El reclamo de fraude anticipado fue un gravísimo error para un López Obrador que podría haber pasado del izquierdista radical y rencoroso al líder institucional. Sigo convencido que Marcelo Ebrard pudo marcar la diferencia para la Izquierda en estas elecciones.

Al igual que con AMLO, creo en Josefina Vázquez Mota y en su integridad. Irónicamente, los únicos reclamos hacia la candidata durante la campaña fueron los mismos trapos sucios expuestos durante la interna del PAN por Ernesto Cordero; es decir, ni PRI ni PRD pudieron comprobar algún acto de corrupción de la panista. De los tres, Josefina cuenta con mayor capacidad para el diálogo entre Partidos y así lo demostró durante su desempeño como Coordinadora Parlamentaria del PAN. Para mí, esa sería su mayor virtud.
Tiene a su favor dos administraciones panistas con relativo éxito macroeconómico, con reservas en niveles históricos y un manejo saludable de la deuda, aunque con un crecimiento estancado; y en su contra la fallida estrategia contra el crimen, que parece ser el principal ataque hacia el gobierno de Calderón. Josefina nunca fue la candidata del Gobierno ni de su Partido y así quedó demostrado en una desastrosa campaña que terminó por enterrar su candidatura. Error mayor fue el decir lo que el público quería escuchar según el foro en el que se presentaba. Nos perdíamos entre sus opiniones encontradas, su voz robótica y sus discursos memorizados. Si algo podemos reconocerle a Calderón es que es un excelente orador e improvisador, características de las que carece Vázquez Mota. Tampoco pudo explicarnos el por qué durante doce años el PAN se vio imposibilitado para erradicar por completo la corrupción del aparato heredado por el PRI que parece nunca se fue. El PAN ha hecho suyas algunas viejísimas prácticas priistas y poco quedó de aquel partido que fue siempre un opositor ejemplar. El spot en el que se manipula una parte del discurso de AMLO para dar un sentido negativo a sus palabras fue vergonzoso. Un partido que nació como oposición a la intolerancia, el autoritarismo y la mentira no puede darse el lujo de caer en tales bajezas.

Antes de tomar la decisión de mi voto, consideré múltiples opciones. El voto nulo lo descarté al considerarlo el desperdicio de unas de las pocas oportunidades que los ciudadanos tenemos para manifestarnos en nuestra débil democracia. La opción del voto útil también fue eliminada porque no valdría la pena votar por un candidato con el único propósito de evitar que otro llegue.

Es por ello que en esta ocasión he decidido dar mi voto para la Presidencia de la República a Josefina Vázquez Mota, basándome en tres motivos principales: sus propuestas son las que más se acercan a lo que en lo personal creo que México necesita, es la candidata que posee la mayor capacidad para el diálogo con las diferentes fuerzas políticas y porque es de las tres opciones es la que menos relación ha tenido con el pasado autoritario y populista, con lo peor de la clase política mexicana.

Para Senador de la República votaré por Cristina Sada Salinas, candidata del Movimiento Progresista (PRD-PT-MC), por la razón de que no tiene vínculos con lo peor de la partidocracia neolonesa y por pertenecer a una familia que siempre se ha caracterizado por el bien social. Mi voto para Diputados Federal y Local será para el PAN.

Reitero mi desprecio hacia la partidocracia; reitero mi creencia de que la corrupción se ha apoderado de todos los partidos y que incluso me gustaría ver desaparecidos a las pequeñas franquicias políticas como el PVEM o el PANAL. Pero tampoco es válido no votar, porque solo el que vota y participa tiene derecho a exigir.