miércoles, 7 de diciembre de 2011

Preguntas a Carlos Loret

Carlos,

Después de leer tu poco afortunada columna en "El Universal" titulada, "Guerra Sucia contra Peña Nieto", quisiera escribirte unas cuantas líneas y debatir algunos de tus argumentos que han causado revuelo el día de hoy en las redes sociales.   Primero, déjame decirte que nunca he sido "fan" del tipo de comunicación con la que manejas tus editoriales, tu noticiero y demás participaciones en televisión, particularmente estas últimas. Hay una monumental diferencia entre ser un periodista arrebatado, "sin pelos en la lengua" y el ser un personaje caricaturizado, arrogante, prepotente y sangrón, características con las que tú te identificas totalmente.  
Volviendo al tema de tu editorial, me llama la atención que menciones que la pifia de intervención de Peña Nieto en la FIL "desató una actividad electoral en los medios de comunicación no regulados por el Instituto Federal Electoral, que exhibe la marca de la campaña en curso". Y luego agregas "...es claro que las redes sociales e internet en general se han convertido en campo fértil para lo que de 'dientes para afuera' dicen todos los partidos y candidatos que quieren evitar: la 'guerra sucia' política..."  
Ahora te quiero preguntar: ¿Con qué peso moral pudieras cuestionar la manifestación de CIUDADANOS en las redes sociales, como reacción a un evento relacionado con una figura pública y candidato presidencial?. Si no recuerdo mal, la empresa televisora para la que tu trabajas y que te vende como el más revolucionario comunicador de la historia, se ha dedicado durante todo el presente sexenio a promocionar, publicitar, anunciar y posicionar a un candidato, desde que éste se desempeñaba como Gobernador del Estado de México, so pretexto de comunicar los "logros" de su gobierno estatal. Eso, mi estimado Carlos, sí es violentar la Ley Electoral, en un medio que, como tu bien dices, sí está regulado por el IFE.   Pero más sorprendente aún es que te refieras a la gran cantidad de videos en YouTube con relación al tema Peña Nieto y cuestiones que el IFE  no investigue "para determinar si alguien está invirtiendo dinero en el medio de comunicación con el objetivo de promover contenidos políticos...". ¿Un complot, dices? Ahora resulta, que los malvados están financiando una campaña, comprando las conciencias de los ciudadanos para hacer videos, tuitear y comentar en contra de cierto candidato. ¡Por favor, Carlos! Si no hay un vídeo tuyo en la cabaña es nada más porque Dios es muy grande y nada más te agarraron saliendo de ahí.  
La verdad ya no me queda muy claro cuál es el verdadero significado de "guerra sucia". La que Televisa ha manejado contra López Obrador por años, ¿qué es?. Y eso que nunca he sido partidario de ese señor, pero si a justicia vamos pues hablemos con franqueza.  Porque según tu criterio, si algún candidato presidencial o a cualquier otro puesto de elección popular "la riega", el ciudadano no tiene derecho de comentar lo ocurrido porque incurrimos en violación a la Ley Electoral. Entonces, ¿quién determina cuando sí y cuando no es guerra sucia? ¿El IFE?, ¿los candidatos? ¿Televisa? ¿Tú?. Te agradecería me refirieras a una fuente confiable acerca del significado de éste término. Si hablo de la deuda millonaria de Moreira, de la corrupción de Mario Marín y Ulises Ruiz, de los alcaldes caciques y violadores de Puebla; si hablo de Atenco, de la sucesión familiar en Coahuila, ¿es guerra sucia?.  
Tu artículo lo rematas con el "Prole-gate" y argumentando que "me parece una bajeza inaceptable que rebasa de nuevo cualquier frontera ética el atacar a una menor de edad e incluirla...en la campaña política". Sí, estás en lo correcto cuando dices que Paulina Peña no es, ni mayor de edad, ni  la candidata presidencial; sin embargo, el comentario clasista que desafortunadamente reenvió la convierte en partícipe del escrutinio público, por tratarse de quién es y a quién se refiere. Y si no debía darse importancia al comentario de una adolescente como si se tratara de cualquier alumna de preparatoria, ¿por qué su cuenta fue cancelada de inmediato para volver con una disculpa obviamente fabricada por los asesores de campaña? Y también te pregunto, ¿qué hubieras comentado en tu columna y noticiero, si el clasista en cuestión hubiera sido algún hijo de AMLO o una de las hijas de Josefina Vázquez Mota? Ni me digas, yo ya lo sé.  
Rematas con una referencia a que internet es "Territorio Comanche" y te olvidas que la libertad de expresión que a nosotros nos permite opinar libremente, criticar y cuestionar a cualquier individuo que pretenda ganarse un voto para vivir de nuestros impuestos, es la misma que a ti te autoriza a hablar tonterías en televisión, a hacer entrevistas groseras y a escribir columnas como ésta, en la que tal pareciera que el financiado eres tú y no los usuarios de las redes sociales. Pero no todo fue malo hoy, Carlos. Fuiste TT Mundial. Lástima que las veces que tienes esa distinción no sea por el profesionalismo de tu periodismo.    

jueves, 17 de noviembre de 2011

La Revolución de Fantasía y el País que se perdió

Dicen que los que ganan la guerra escriben la historia, y en un país como el nuestro, donde no existen los matices, donde convertimos a los personajes en héroes y villanos, la historia no solo ha sido contada por los vencedores desde la trinchera oficial, sino que nuestro sistema se ha encargado de divinizar y satanizar de forma novelesca a quien han considerado conveniente.
Erase una vez un país hundido en la pobreza, el atraso social y económico, la desigualdad y despotismo, víctima de la crueldad sin límites de un anciano y testarudo dictador. Un día, un hombre justo llega del cielo, destrona al dictador, reparte tierras e igualdad entre todos los pobres y la gente vivió feliz para siempre. Suena bien, ¿no?
Palabras más o menos, esa es la historia de la Revolución de 1910 que seguramente conoce la mayoría de los mexicanos; tristemente, la realidad fue y es muy distinta.
Por más de un siglo, los logros del Porfiriato han sido olvidados en los textos oficiales; se ha omitido voluntariamente que el México que el General Díaz dejó en 1911 no tenía nada que ver con aquella primitiva nación de 1876, aún vista con recelo y desdén por los ojos europeos, que consideraban bárbaros a los mexicanos desde la ejecución de Maximiliano en un juicio simulado.
Díaz puso a México en el mapa mundial y lo encarriló hacia su desarrollo, el cual se vería interrumpido por la guerra civil. Se le acusa de bloquear la democracia, y aunque muchos fueron sus errores sin duda, ¿sería ese el más grave? ¿Hubiera sido preferible continuar con las imparables luchas por el poder, iniciadas con la misma Independencia? ¿Estaba México listo para la democracia? ¿Lo está ahora?
Con la Revolución, México no sólo no ganó la democracia, sino que se inició una dictadura aún más prolongada y con funestos acontecimientos a lo largo de sus diferentes gobiernos. Se crearon dos partidos, malos remedos de aquellos liberales y conservadores, cuya política sigue padeciendo el país.
México no ganó igualdad, y la prueba es que los aliados de Madero no tardaron en volverse contra él, ante la falta de firmeza para el cumplimiento de las promesas.
Hoy, 101 años después, nuestra nación no encuentra el rumbo. México es hoy un país en el que la violencia se combate con más violencia, donde la sangre se esconde con más sangre; en el México de hoy, los herederos de aquella Revolución de Fantasía se reparten el poder, llegan unos y se van otros, pero nunca se desprenden de lo que creen es suyo. Líderes mesiánicos con tintes populistas surgen de entre las cenizas y la sangre de un pueblo que sufre un yugo mayor del que supuestamente fue liberado; y el pueblo, con todo  el hartazgo que cien años de democracia disfrazada le provocan, sigue esperando cada seis años la llegada de aquél nuevo héroe que los lleve al bienestar. Así de contradictorio es el mexicano, que desdeñando a su "dictador" y último gran Presidente que sigue enterrado en suelo extranjero, desea con ansias cada sexenio que un todopoderoso le resuelva la existencia.
El 20 de noviembre de 1910, México se perdió y hoy, nos corresponde preguntarnos qué hemos hecho para encaminarlo de nuevo.